22 de abril de 2010

Divagando sobre la maternidad...





Esta semana me ocurrió un "momento Daria" en el trabajo. Estaba yo realizando mis tareas habituales, cuando el tema de conversación en el ambiente trataba sobre los hijos, entonces una de mis compañeras dijo "oh, tener un hijo es lo mejor que le puede pasar a una, es tener por quien vivir, es tener razón para vivir", entonces pensé en voz alta sin percatarme que todos ya habían callado, y cual episodio del chavo gritando maestro longaniza, retumbó en el lugar el comentario más ácido que me he lanzado aquí "Uf, entonces yo me tengo que suicidar nomás!", y cuando levanté la mirada, ya tenía a diez mujeres clavándome las intensas, a lo que sólo pensé "di algo inteligente, di algo inteligente!!!!", así que con la lengua trabada solo atiné a desembarrarla diciendo "sí, debe ser una experiencia maravillosa ser madre, pero se vive por muchas mas razones, no?".... hmmm... no, tema terminado, no safé de nada.

Todos me dicen que pienso de esa forma porque aún no soy madre, pero quiero pensar que aún cuando lo sea seguiré con las mismas convicciones. En Brahmakumaris aprendí que el primer vicio con el que debemos de luchar es el apego, tanto a las personas como a lo material. Existen muchísimos apegos con los que no me interesa luchar, porque tampoco me quiero volver una insensible ante los problemas de mi familia, mi pareja, y las personas que amo. En todo caso, eso de que un hijo sea la razón de vivir de una mujer, no lo comparto. La maternidad es algo maravilloso, y aunque no la he experimentado en carne propia, debe traer mucha felicidad y plenitud, pero no creo que se deba volver el centro de la vida de una mujer.

Hace algunos meses, me topé con una mujer de unos sesenta años aproximadamente, quien trabajaba como amanuense en la Corte. Todos los días la veía vestida de negro, y su semblante reflejaba infinita tristeza, y claro, los usuarios eramos los que pagabamos su mal humor. Un día traté de entablar una conversación con ella, y le pregunté por sus hobbies, sus intereses, a lo que friamente respondió que no le interesaba nada, que desde que su hijo murió ella se quería morir, y que pensaba todos los días por qué él no se la llevó con él. No sabía que decir, pero solo atiné a decirle que donde sea que el estuviera, a él no le gustaría verla así, sino que le encantaría verla feliz y con muchas ganas de vivir. Ella casi estalla en lágrimas, pero se aguantó y hasta le pude arrancar una sonrisa.

Ojalá todas las personas, hombres y mujeres, vivieramos con la firme convicción de que estamos acá desarrollar todas nuestras aptitudes, motivaciones internas, teniendo como finalidad servir a los demás. Que el amor sea el motor que nos mueva, empezando por amarnos a nosotros mismos, pero esto no sucederá cuando estemos llenos de frustraciones. Los hijos no deben ser la único que nos mueva, hay muchas más razones en esta vida para ser felices.

15 de abril de 2010

Hembras alfa




Esta última semana ha sido muy intensa, muchos cambios, noticias y reflexiones. Tuve una experiencia que me ha hecho pensar mucho en esto de la mujer en su rol de jefa....

Desde que inició mi vida laboral hace ya muchos años siempre trabajé con hombres, dado que en la Abogacía existen muchas mujeres pero pocas jefas, pocas dirigiendo estudios o instituciones. Algunas colegas me habían contado experiencias terribles con jefes morbosos, con propuestas indecorosas, pero a mí afortunadamente nunca me pasó nada parecido. Al contrario, me formé por más de dos años con un abogado a quien considero mi maestro y mentor. A él le agradezco tantas puteadas para sacarme lo gil, tantos "mijita no sea cojuda!" para armarme de valor y salir a dar guerra en esta profesión, así como también ese abrazo sincero de felicitación por un trabajo bien hecho. Como todo buen abogado, analizaba bien a cada persona para saber con quien estaría tratando. Con el tiempo a mi me bautizó como su abogada hippie, ya que sabía qué casos mataba por defender, y que otros defendía por cumplir.

Cuando entré a este nuevo trabajo, me asignaron a un área donde mi inmediato superior es un hombre, él confiaba mucho en mi profesionalismo y yo fui acoplándome rápido al lugar, tenía retos que cumplir y principalmente me sentía respetada, hasta que hace poco más de un mes me comunicaron que me trasladaban a otra área en la que mi nueva jefa era una mujer ...

Durante todo este último mes alguna vez se me pasó por la cabeza renunciar, y gracias a la meditación me tragué algunas frases hirientes. Fueron muchos días largos en los que a veces no se pronunciaba una sola palabra entre nosotras, que no fuera algo estrictamente necesario para el trabajo que realizaba. Hasta que llegó el día en el que el Gran Jefe me llamó a preguntarme cómo me sentía en mi nuevo puesto, no sin antes señalar "yo se que la señora es bastante especial", seguramente para que me sincere con él. Pues sí, le dije que es más que especial, que me acusaba de errores que yo no cometía, pero que yo era paciente y esperaba que la situación cambiara. Entonces él me dijo que ella ya se había adelantado y había pedido mi cambio, a lo que agradecí por dentro pero por otro lado no quería imaginarme qué razones habría aducido ella para justificar su pedido. Aparentemente quedé bien porque ella ya tenía una larga lista de antecedentes que probaban que era realmente insoportable, pero su eficiencia y alto cumplimiento de sus funciones hacían que permaneciera ahí.

En los momentos que ella peor se portaba, recordaba a los bk's y en eso de tener misericordia por los demás cuando no puedes hacer nada por ellos. Luego le conté lo que me pasaba a mi padrino, a lo que él me hizo ver que la cosa no era conmigo, sino que su amargura y mala actitud era lo que ella sentía con su propia vida. Luego sin querer fui conociendo por qué ella era así: divorciada, con serios problemas de salud, una crianza en la que fue la niña bonita y mimada que la hizo tan ególatra, además de otro detalle que me hizo entender muchas cosas.

Lo importante es estoy trabajando en otra área y no tengo que soportar a esta señora nunca más, ahora trabajo con un jefe hombre, con más compañeros, en un ambiente bastante agradable, y haciendo un trabajo valorado, aprendiendo muchísimo y sensibilizándome ante el dolor humano, tratando de dar un poco de ayuda.

Después de esta experiencia, me acordé que hace mucho tiempo cuando trabajaba en un banco, mi jefa era una mujer, pero muy distinta : joven, alegre, proactiva, de excelente trato. Luego me acordé que tenía un novio argentino con el que se sentía re feliz, ya habían formalizado la relación y estaba próxima a casarse. La reflexión de todo esto, es que no puede ser que las mujeres permitamos que nuestra vida personal afecte tanto al lado profesional!. Aún con una vida personal desastrosa, las mujeres sí pueden ser exitosas profesionalmente, pero necesariamente tienen que convertirse en unas perras???

No se si sea un caso aislado lo que me haya ocurrido, pero desde ahi pongo más atención a la actitud de las mujeres que ocupan cargos altos. Conozco a las mandonas, las obsesivas con la perfección, las que compiten hasta con las de su propio equipo, las que perdieron la humidad.... en fin, puede que esta reflexión se deba a lo que me ha ocurrido. En todo caso, si fuera cierto lo atribuyo a que estas mujeres pierden el sentido de "lo femenino", la sensibilidad, se convierten en otros hombres adoptando esa actitud agresiva en la que se confunde la vehemencia con cierta beligerancia, desplazando a los machos alfa y conviertiéndose ellas mismas en hembras alfa.....

Tesis, antítesis, síntesis..... yo me entiendo.