PQ: ¿Cuándo empezó su activismo por los derechos de las mujeres?
MLJ: Fue en el primer curso de leyes cuando tuvimos una clase con el Dr. Ferreti (1957), un profesor muy prestigiado, pero extremadamente formalista y muy machista. De los ciento cincuenta estudiantes, éramos sólo cuatro mujeres, y nos sentábamos adelante, en las primeras filas, pero muy cohibidas. Este doctor empezó a explicar la incapacidad relativa de las mujeres en relación a los hombres en el matrimonio, y recuerdo un chiste que hizo, que causó risas entre toda la clase, pero que a nosotras las mujeres nos hundió en el asiento. Él dijo que la incapacidad relativa de las mujeres era porque en realidad nosotras teníamos menos capacidades volitivas, menos circunvoluciones cerebrales que el chancho. ¿Que estaba probado que las mujeres teníamos menos circunvoluciones cerebrales que el chancho? No sé si él lo dijo por burlarse o si era un dato científico pero evidentemente era una forma de ironizar. Me molestó, me hirió profundamente, me avergonzó profundamente, y me rebeló profundamente. En la medida que fui descubriendo las leyes, me di cuenta que era en la legislación donde estaba plasmada la mayor parte de discriminaciones. Hicimos una organización de unión de estudiantes universitarias mujeres, eso en el año 1958. Esa organización empezó a luchar por los derechos de las compañeras, y nuestra primera manifestación al público fue con ocasión de la celebración del 1 de mayo, cuando salíamos a desfilar con los trabajadores. Las mujeres que más cuestionamos el sistema de discriminación casi siempre fuimos las inscritas en los postulados de izquierda, de pensamiento liberal. Nosotras éramos objeto de burla cuando empezamos a plantear reformas al Código Civil en relación a la situación de las mujeres en el matrimonio y en la administración de la sociedad conyugal. Presentamos un proyecto al congreso, reformas que pasaron a d

PQ: ¿En su experiencia como Comisaria, Intendenta, Jueza, cuál ha sido ha historia que más la ha impactado, acerca de violencia intrafamiliar?
MLJ: He conocido historias de extremo dolor, y lo que más me ha dolido es cuando he tenido que ir a recoger el cadáver de una mujer asesinada por el que supuestamente la amaba y que de acuerdo a lo que recita el Código Civil, y lo que nos dicen en el matrimonio eclesiástico, debía cuidar y velar por ella. Ha sido sumamente doloroso cuando he ido a recoger esos cadáveres y las paredes están pintadas de sangre, y sus niñitos ahí llorando, desconcertados y enloquecidos. Seguramente serán ahora jóvenes y adultos alienados por ese dolor inexplicable.
PQ: ¿Piensa que de cierta forma se subestima el problema de la violencia intrafamiliar, y contra la mujer?
MLJ: Pues siempre. Yo trabajé el proyecto de la ley de violencia, por encargo del CONAMU, yo era una de sus asesoras ad honorem y nos encargaron elaborar el proyecto. Lo trabajé con la Ab. Luzmila Rodríguez, y entre las dos escribimos el proyecto base que fue discutido a nivel nacional por organizaciones de mujeres, y cuando el Congreso aprobó esta ley, salió recortada. Hasta el día de hoy no se han implementado dos instituciones que son indispensables para su éxito total, un Centro de Rehabilitación de Infractores y de Recuperación de la Familia y los Centros de Hospitalidad para las Victimas de Violencia. Recién he visto hace pocos días que una ONG de sacerdotes va a empezar a funcionar un centro de hospitalidad para las mujeres victimas de violencia intrafamiliar y los menores. Antes de esto el único esfuerzo provino de la Fundación María Guare que dirigía Anunziatta Valdéz, con quienes hemos trabajado de forma tenaz todo el tiempo.
PQ ¿De qué forma la idiosincrasia de nuestra gente influye en que persista esa situación?
MLJ: Se nos ha deformado con códigos familiares y culturales de predeterminar los roles. Desde que nacemos es un lamento que hay, todo el mundo quiere tener un hijo varón, el primer hijo tiene que ser varón. ¿Por que? Porque con el primer hijo se prolonga el apellido, la prole, y entonces las mujeres siempre fuimos consideradas secundarias. La predeterminación de roles ha sido altamente perniciosa porque entre nosotros debilitó nuestra población. Las mujeres somos las reproductoras de la especie, pero nunca se nos permitió opinar cuantos hijos queremos tener, simplemente tenías que tener hijos que vinieran, ent

PQ: ¿Como influye la religión?
MLJ: La religión es el primer factor de subyugación de las mujeres. ¿Qué es lo que dice la biblia? ¿Cuál es la fortuna de un hombre? Es encontrar una mujer hacendosa, tierna, una mujer que tiene prendida siempre la lumbre y que siempre está alerta a las necesidades del marido, de los hijos. Eso dicen que es fortuna incalculable. Pero usted sabe que la vida obligó a las mujeres a salir de sus hogares y de sus refugios de enclaustramiento para traer aportes económicos al hogar. Con la revolución industrial, la incorporación de las mujeres al trabajo, todos esos códigos fueron cambiando necesariamente, y esos cambios fueron determinando que la mujer aporte económicamente al hogar. Los adagios populares dicen “el que paga manda” entonces ese rol del hombre de exclusivo proveedor del hogar fue debilitándose poco a poco, y lo que si es cierto es que nosotras nunca abandonamos las tareas de responsabilidad de la familia, nunca abandonamos la tarea de que estén bien cuidados, alimentados, consolados, aconsejados, de que estén queridos. Lo que hicimos las mujeres fue sobrecargarnos, además esa actividad, asumimos la tarea que era exclusiva de ellos y nosotros tenemos doble y triple tarea, somos capaces de hacerlo todo.
PQ: Se dice que la superación de la mujer provoca la desinntegración familiar, y por otro lado la sumisión de esta la convierte en un ser vulnerable y explotable. ¿Como confluyen estas dos posiciones?
MLJ: En realidad, creo que de algún modo la integración de la mujer al trabajo trajo como consecuencia algunos descuidos en la familia, o por lo menos eso nos lo hicieron creer. Le pongo un ejemplo, cuando el niño tiene fiebre o le pasa algo y una está trabajando, se siente terriblemente culpable, y eso nos aumentó el sentimiento de culpa. No hay mujer, por profesional que sea, por convencida que sea de la igualdad de derechos, que no se sienta culpable de no quedarse con su hijo que quedó con mucha fiebre en casa, por una gripe, peor cuando es una enfermedad incurable. Yo viví una experiencia de esa naturaleza que me destrozó para siempre… la enfermedad irremediable y el fallecimiento de mi hijo antes de cumplir 18 años de la que nadie lo podía salvar. Han pasado casi treinta años y yo no logro librarme de los interrogantes de qué hice mal, o qué no hice, o qué es lo que pasó… Pero creo que esos sentimientos de culpa que son tan perniciosos para las mujeres, que nos debilitan tanto, que nos agobian, son parte del condicionamiento precoz de habernos criado para que creamos “De eso es lo que debías responder, del cuidado de la familia, no de estar trabajando”, entonces luego nos sentimos culpables de ese incumplimiento, pero eso es porque no abandonamos esa responsabilidad. La gran falla de la incorporación de las mujeres al órgano productivo nacional o mundial, de forma definitiva y sin sentimientos de culpa, es que no hicimos que toda la familia se sociabilice hacia adentro, y que cada uno asuma una función. Los hijos, el marido, hermanos, tienen que asumir un rol dentro del hogar. Por otra parte, el Estado juega un rol importante ya que este debería proveer de de suficientes guarderías o una estructura social de protección para esos niños y las madres que van a trabajar. Por ejemplo en Cuba, hace pocos años estuve en un taller, y conocí que allá dictaron una ley en virtud de la cual, la pareja decide cuál de los dos va a cuidar a su hijo durante el primer año de su vida. Uno de los dos tiene que decidir quien se queda en casa con él, y pese a que en Cuba hay muchas guarderías, el Gobierno piensa que en ese primer año debe el niño ser cuidado por el padre y la madre que los ama, e indistintamente los dos se ponen de acuerdo quien se queda en casa, y si él se queda en casa entonces ella tiene la obligación de mantener el hogar y darle a él un valor por sus propios gastos, o a la inversa. Esto se ha elevado a categoría de ley.
PQ: Si no se trata de una lucha de sexos, sino de una convivencia, Qué mensaje les da a los hombres para mejorar esta convivencia?
MLJ: Que no se dejen amedrentar ni burlar. Si ellos se sienten bien con su pareja, se llevan bien, entonces ¡Qué importa quién haga qué! Si ella a veces tiene mejores oportunidades de trabajo y gana más, el muy bien puede quedarse en casa, y sentirse orgulloso de eso. No tiene por qué sentir que le recortan el piso. Parece que se quedan sin piso cuando ellos no pueden ser los que gobiernan a la mujer, gobiernan todo, y son el eje de la famila. Ellos son uno de los dos ejes. Lo más importante y enriquecedor incluso en la relación íntima es que se relacionen entre iguales; esto es mucho más enriquecedor que subyugar o someter, que tener a la mujer como un elemento pasivo de la relación.
PQ: En aras de este tipo de convivencia que soñamos, ¿Qué mensaje les daría a las madres de esta generación?
MLJ: Lo que tienen que hacer las madres por sobre todas las cosas, es no olvidar nunca, que no hay mejor estímulo, mejor corrector de conducta que el amor. No hay ser humano en la infancia o en la adolescencia, que no sea maleable al amor. La inflexibilidad, la intolerancia no son buenas armas para criar a un ser humano saludable. Un niño que se siente amado, aunque no coma, va a ser un ser humano que puede insertarse en la sociedad.
*Fotos: Fernando Landín C.