3 de enero de 2010

La cocina da felicidad!



Era nuestro primer mes de novios y él me había prometido que ese día cocinaría para mí así que estuviera lista en la noche para saborear el menú hecho con sus propias manos. Estaba yo sentadita en la mesa y el sacó dos platos del horno que se veían muy elaborados: una mezcla de cerdo en salsa agridulce, con unos acompañamientos muy coloridos que no recuerdo de que eran pero de seguro estuvo todo riquísimo. Nunca me convencí que él había cocinado todo esto, ya que jamás vi resagos de comida en el lavadero, ni ningún indicio de que él haya estado matándose preparando y mezclando sabores toda la tarde. En todo caso, esa situación me alentó a cocinar por primera vez ya que en el segundo aniversario sería yo la que preparara la cena a la luz de las velas. Jamás había cocinado un menú completo, así que fue todo un reto. Recuerdo que hice un lomo a la pimienta que parecía un pedazo de carne metido en un caldo transparente y simplón. Había puré de papas que si se veía algo decente, y el infaltable arroz esta vez con choclos. El chico estaba enamorado, así que se tuvo que comer ese menjurje.

Fue ahi que perdí el miedo a la cocina, pero tampoco me enamoré de ella. Como lo sospeché, aquella sería la única vez que aquel novio (ex desde hace mucho tiempo) cocinaría para mí (o simulara al menos a ver cocinado), sin embargo mi sentimiento de culpa al haber cocinado algo tan horrible para él, me obligó a seguir intentando hasta mejorar.

Complacer a aquel novio no parecía razón suficiente para clavarme en la cocina por horas, sin embargo hubo otra experiencia que me hizo reconsiderar los motivos para apreciar este arte. Fue en un viaje de vacaciones, cuando me quedé por un par de meses en casa de una tía muy querida que vive en EE.UU. Como todos en ese país, ella no tenía tiempo para nada ya que pasaba todo el día trabajando y al llegar a casa tenía que poner todo en orden, ser mamá, esposa y tía!. Ella llegaba en la noche y se clavaba en su lugar favorito de la casa, la cocina, y en menos de veinte minutos estaba la mesa arreglada y en el centro siempre había un plato sacado de revista gourmet. No podía creer la rapidez con la que cocinaba esas delicias, y lo feliz que se sentía ella haciendolo. Ella es una de esas personas increibles que parece nunca cansarse, y que siempre está preocupada por todos, complaciendo y haciendo reir a toda la familia. Fueron meses en los que engordé un poco, y en los que me sentía muy feliz.

Un día de aquellos conversaba con mi tía y le decía lo mucho que me gustaba su comida, entonces ella me respondió que lo más lindo de esta vida es ver felices a todas las personas que ella quiere, y que la forma más rápida de lograr eso es precisamente con la comida. "Ves mijita lo contentos que se ponen todos en un ratito, y haciendo tan poco!". Eso sí que fue un motivo de mucho peso para aprender a cocinar: hacer feliz a las persoanas que quiero.

Llegué a Ecuador y puse en práctica la lección aprendida. En esa época mis padres atravezaban por una situación difícil de pareja y el ambiente estaba tenso. Para rematar, la cocinera había renunciado, mi mamá se puso más irritable aún sin nadie que tenga lista la comida. Entonces les dije que no se preocuparan que yo podía hacer ese trabajo ya que tenía tiempo de sobra, ya que únicamente estudiaba. Fue un mes entero que experimenté con todas las recetas que encontraba de sopas, segundos, carnes, ensaladas, etc. Me sentía feliz de cocinar para ellos, y de hacer los platos que más les gustaban. Lastimosamente habían problemas más graves entre ellos y ni el mejor plato gourmet los iban a solucionar ...

Por estos últimos días he retomado el amor a la cocina, aprendiendo y experimentando con recetas de comida vegetariana, ya que tengo la firme convicción que la comida saludable no debe de dejar de ser deliciosa. Además, no he dejado de pensar que la comida es la manera más rápida y fácil de hacer felices a las personas que queremos.

Ayer puse a prueba esta convicción, y experimenté una sensación muy placentera. Después de una hora en el supermercado, dos horas en la cocina, sudor, obsesión porque todo salga perfecto, finalmente llevé unos spaguettis con soya al estilo "quil" a casa de mi novio. El mal humor que traían se fue por completo, y al final hubo una cena muy bonita con toda la familia reunida. Aquello me alienta una vez más a seguir experimentando en la cocina :)

3 comentarios:

Javier Alcívar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Estertor dijo...

chévere tu nota, como siempre es bacán leerte que hasta me entraron las ganas de cocinar algo en tu nombre

Estefania Aumala dijo...

Hagale! Avientate y cocina algo yaaaa!!!